«EL RASTRO DE GIO SHERMADINI», artículo de Antonio Rodríguez
Uno de los cerebros en las retransmisiones cestistas de Movistar Plus se llama Antonio Rodríguez. Su rostro casi siempre está en un segundo plano, pero muy cerca siempre de los Fran Fermoso, Antonio Lamolda, quienes ponen la voz a las imágenes. Cuanto Antonio se pone a contar historias de basket, es una gozada leerle.
«Hubo un pívot (del que omitiremos su nombre) en un partido de Liga Endesa disputado recientemente, que en la defensa del típico y ya mítico bloqueo y continuación entre Marcelinho y Shermadini, salió corriendo a recuperar la continuación hacia el aro del pívot georgiano… cuando el pívot georgiano se quedó estático tras el bloqueo, en su posición, a ocho metros del aro. Eso, amigos, es infundir pavor. Y eso lo provoca Gio Shermadini.
Párense a ver el rastro que deja a su alrededor nuestro protagonista. Si las zonas fuesen prados, allí no crecería la hierba. Miradas incriminatorias, reprimendas y discusiones es lo que infunde en los rivales tras anotar la canasta.
Que si la ayuda no ha llegado a tiempo, que si hay que estar más agresivos y defenderlo por delante, que si no se ha recuperado con la intensidad necesaria, que si… que si…
Es impresionante la discordia sembrada en quienes debían defender la pintura y se tienen que dar explicaciones en los postreros instantes tras canasta. Pues eso es Gio Shermadini en el actual Lenovo Tenerife.
En los dos últimos encuentros, en casa ante Joventut y Barça, ha promediado en 28 minutos por partido, 21,5 puntos, con un escalofriante 82,6% en tiros de campo (en cristiano, 19 canastas de 23 intentos) y 8 rebotes.
Repetimos: ante Joventut y Barça. Y esto es una forma de paliar engañosos números, porque Gio estaba promediando los más discretos en una temporada desde que está bajo los focos del Santiago Martín de La Laguna en su quinto curso (11,9 puntos y 4,9 rebotes).
Porque cuando hablamos de engañosos (tan solo en sus 2 temporadas en Unicaja, de sus 10 en España, promedió menos puntos), es porque está teniendo sus mejores porcentajes de tiro (la barbaridad de un 68,1% solo superado por la locura del 70,1% en la temporada 21/22).
Shermadini tiene sapiencia en el juego del poste bajo. Su gancho hacia la derecha es un sello de distinción en nuestra competición.
Y cuando, como el domingo pasado ante los azulgranas, los cambios de asignación provocaban que Tomas Satoransky o cualquier otro le defendiese por delante, se las apañaba para ganar posición y recibir por arriba, gracias a las prodigiosas manos que tiene, capaces de capturar el balón más complicado.
Y todo ello, con esa expresión del “¿y qué le voy a hacer?” cuando baja a defender. Atrás deja las discusiones.
Claro, que el pívot no está solo. Marcelinho Huertas ha encontrado en él un aliado perfecto para seguir ejecutando con maestría el pick&roll, posiblemente el mejor que hayamos visto en la historia de nuestra liga (al menos con un center puro, porque lo de Laso y Arlauckas en Vitoria, también es para tenerlo en cuenta), destronando al otro memorable en el F.C. Barcelona, con Ante Tomic y… precisamente Marcelinho.
Ambos han triunfado en sus caminos por separado. Mientras el base brasileño tenía un enorme reconocimiento a grandes años de carrera, jugando en los Lakers, Shermadini hacía grande a MoraBanc Andorra.
Cuando uno ganaba títulos con los azulgranas, el otro dio un salto de calidad impensable a Basket Zaragoza, hasta el punto que Olympiacos primero y Varese después (ambos equipos de Euroliga), no dejaron continuar el trabajo en tierras mañas, ávidos de contar con un pívot declarado determinante en España.
El caso es que cuando ambos, de la mano, aterrizaron en la isla de Tenerife en 2019, juntos encontraron el filón para divertirse (porque si no se divirtiesen, sería imposible mantener esta longevidad), marcando un sello y ganando títulos en el rincón más apartado de Europa a este lado de Occidente.
Todo ello tiene la rúbrica (tanto de firma como de trazos en una pizarra) de un entrenador ocurrente, imaginativo, Txus Vidorreta, fiel creyente y servidor del baloncesto conceptual que tiene como meta el preciosismo imperante que vemos en su juego, que no solo ha dado rienda suelta a ambos sino que, sobre la columna marcada por este dúo, ha convencido al resto de jugadores del plantel que a partir de tal médula espinal, todo se ramifica y cobra un sentido y un protagonismo.
Y con ello, usar las esquinas es letal. Y con ello, los unos contra uno de Jaime Fernández es un paso más al que no suelen llegar los contrarios, como los triples de Sasu Salin y que ahora promete Kyle Guy. Y con ello, los cortes por líneas de fondo son dagas en el corazón del sufrido entrenador del otro banquillo.
Y la historia reciente de Lenovo Tenerife se escribe así. Se impulsa sobre una sonrisa tímida, de un tipo que habrá que valorar, no solo sus actuaciones, sino su esfuerzo, que siempre ha tenido de voluntad de ejecutar más movilidad de lo que su estatura y condiciones físicas dieran a pensar, que en su buena fe y buen hacer está ayudar a todos los demás.
Con buenas estadísticas ante la élite europea incluida a la que, canasta tras canasta, ha ido alzando a los aurinegros.
Y que los rivales se rebanen la sesera cómo defender sus jugadas a posteriori, cuando patinen en su empeño de frenar eso del dos contra dos una y otra vez.
Lo del rastro, ya saben.
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