
«Erradicar los malos rollos debe ser el objetivo»
Mal vamos cuando la palabra RESPETO brilla por su ausencia en el baloncesto de base.
Padres y madres que consideran que su hijo/a es el o la mejor del equipo y debe jugar más que sus propios compañeros.
O quienes buscan en los árbitros la razón de las derrotas de sus equipos.
Incluso hay situaciones en las que hay cruces de palabras malsonantes entre aficionados de uno y otro conjunto.
Lo de la madre de un árbitro de 16 años que presenció el partido y al finalizar comentó a su hijo «pensé que te iban a pegar» es cuanto menos triste.
Me dice un veterano colegiado canario que «hay muchas cosas en esas canchas del baloncesto tinerfeño que no llegan a los medios de comunicación y que merecerían ser denunciadas».
Otros, ya retirados del baloncesto, añaden que «en muchas ocasiones son las propias federaciones las que prefieren el silencio para evitar la mala publicidad».
AGUSTÍN ARIAS.-
Reflexiones que son necesarias analizar pues se sigue produciendo a pesar de las campañas que llaman a la DEPORTIVIDAD y al RESPETO.
Miren, siempre he manifestado que en un partido hay TRES EQUIPOS, el local, el visitante y el de árbitros y oficiales de mesa. E igual que los jugadores/as fallan tiros libres o dan malos pases; o que los entrenadores no acierten con las tácticas, los árbitros también se pueden equivocar.
La mayoría no lo hacen con la intención de perjudicar. Ellos no disponen del «instant replay» con el que se puede visionar la jugada y rectificar o reafirmar la decisión.
Además, es difícil que en las competiciones insulares, con cientos de partidos, se pueda pretender que los más cualificados dirijan cada choque.
El Comité de Árbitros hace lo que puede. Desde campañas para animar a la gente a formar parte del colectivo a trabajos específicos que transcurren por las islas a lo largo de la temporada. Ellos no son «los malos de la película».
Los que sobran en este baloncesto son quienes van a la grada con las ideas equivocadas. No van para ver disfrutar a su hijo/a. Van a ver ganar a su equipo. Y si no lo hace le echan la culpa a los árbitros, también al propio entrenador, o se meten con los aficionados del otro conjunto.
¡Claro que es injusto generalizar! pero son más ruidosos e insoportables los que no respetan a sus hijos/as, a los árbitros, ni siquiera a los padres/madres de los jugadores/as del rival.
¿Cómo acabar con esta lacra? Quizás habría que empezar por los propios dirigentes de clubes y sus entrenadores que, lejos de exigir DEPORTIVIDAD y RESPETO, justifican los insultos con frases tales como «es que ellos empezaron a provocar» o «debería informarse mejor antes de publicar una noticia».
Podría entenderse que el querer justificar se debe a que gracias a esos padres/madres el club puede sacar a competir a 10 ó 15 equipos federados, o los entrenadores-monitores a cobrar la gratificación a final de cada mes. Una ayuda económica que, por cierto, no todos declaran a Hacienda como ingresos extras.
Es complicado invitar a los que insultan y descalifican a una reunión con el psicólogo deportivo. Es perder el tiempo.
Lo único es que cada Club exija que el nombre no sea «manchado» con comportamientos indignos. Amenazar con dar de baja a sus hijos/as (los que ninguna culpa tienen) si persiste el mal comportamiento. O no dejarles acceder a las canchas.
Dejo para el final el mal llamado CORPORATIVISMO. Cuando se critica una falta de educación de un entrenador y, de repente, salen los amigotes a defenderle a capa y espada, sin detenerse a pensar que igual su colega no tiene razón.
Son los mismos que tienen guardado en el bolsillo del chándal el «cuchillo» para cuando el puesto en un banquillo esté en juego. Ahí desaparece el corporativismo y sale ese «cuchillo» que se clava en la espalda.
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