Artículo de opinión del periodista José Luis Hernández

«¿Integridad? ¿Qué integridad? La ACB, la norma y el escándalo Brimah»

JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ (SUPERBASKET CANARIAS)

¡Muchacho, menudo cabreo tengo! Déjenme ver si lo he entendido bien. Resulta que Amida Brimah, jugador del Valencia Basket (pero también del BAXI Manresa, dependiendo del momento), pudo disputar un partido de la jornada 6 con dos equipos diferentes. Y esto, según el Juez Único de Competición de la ACB, es perfectamente legal. Más aún, se nos dice con toda solemnidad que hubo alineación indebida pero se agarran a una “autorización expresa” de la propia ACB, emitida tres días después de la disputa del partido para mantener la victoria en el haber de los taronja y no dársela a los aurinegros. Ah, claro, si la ACB lo dice… ¿quiénes somos nosotros para cuestionarlo?  De locos.

Ironías aparte, esto es un disparate mayúsculo que pone en ridículo a toda la competición. Porque no hablamos de un tecnicismo cualquiera; hablamos de algo que la normativa deja clarísimo: un jugador no puede disputar una jornada con un equipo y luego volverla a jugar con otro. Esto no es interpretación ni subjetividad; está escrito negro sobre blanco. Pero, por algún milagro reglamentario que solo algunos iluminados son capaces de ver, aquí han decidido hacer la vista gorda, saltarse las normas y salir tan tranquilos a decir que todo es “legítimo”. Nos tratan de tontos.

Vamos al grano: la jornada 6 de la ACB parece más un capítulo de una telecomedia absurda que una competición seria. Un jugador disputa la jornada con un equipo… y con otro. ¿Y cuál es la respuesta oficial? Que todo está en orden, porque Brimah tenía “permiso” para hacerlo. ¿Pero qué tipo de permiso puede estar por encima de la normativa? ¿Desde cuándo la ACB tiene la potestad divina de reinterpretar sus propias reglas para adaptarlas a conveniencia?

Lo siento, pero no compro esta versión. El reglamento no deja margen a dudas: esto es una alineación indebida de manual y así se reconoce. Es más, cualquier aficionado que lea la norma lo entenderá en un minuto, sin necesidad de interpretaciones retorcidas. Si un jugador disputa un partido de una jornada con un equipo, su participación con otro equipo en esa misma jornada es ilegal. Punto. No hay peros, no hay excepciones y, desde luego, no debería haber “validaciones” exprés, y a posteriori, para saltárselo.

Y aquí está la verdadera clave del problema: la ACB se ha convertido en juez y parte de su propio escándalo. Fue la ACB quien permitió la participación de Brimah y quien luego, a través del Juez Único, decidió que no había problema alguno. ¿Alguien ve el conflicto de intereses o sólo soy yo?

El Club Baloncesto Canarias (La Laguna Tenerife, comercialmente hablando) firmó el acta del partido bajo protesta. Y con razón. Su queja no es un capricho, sino un grito de auxilio por el respeto a la competición. Porque lo que aquí ha ocurrido no es sólo una injusticia puntual contra los nuestros, sino un ataque directo a la integridad del torneo doméstico entero. ¿Qué será lo próximo? ¿Permitiremos que un jugador dispute un partido por la mañana con un equipo, se desvincule al mediodía,  y por la tarde lo haga con otro?

Lo más escandaloso, sin embargo, no es sólo el papelón de la ACB. Es el silencio del resto de equipos. ¿Dónde están los clubes que siempre alardean de defender la competición y sus valores? ¿Dónde está la indignación del resto de los contendientes que deberían estar exigiendo una explicación? Porque hoy es el Canarias, pero mañana puede ser cualquiera de ellos, salvo los de siempre, quien sufra una chapuza como esta.

Si la normativa dice que no se puede jugar una misma jornada con dos equipos, ¿para qué la tenemos? ¿Es decorativa? ¿Un mero adorno que aplicamos cuando conviene? El reglamento está para proteger la igualdad entre los clubes y garantizar que nadie, absolutamente nadie, tenga ventaja injusta. Pero aquí, al parecer, han decidido que las normas son flexibles, siempre que beneficien a quienes tienen el poder de decidir.

Lo que ha pasado con Brimah es un síntoma de algo mucho más profundo. La ACB necesita una reforma urgente, y no solo en sus normas, sino en su manera de aplicarlas. Porque mientras sigamos permitiendo que las reglas se interpreten a conveniencia, la competición perderá toda su credibilidad. Así que sí, entiendo perfectamente la indignación del Club Baloncesto Canarias y de la Fiebre Amarilla. Y no, no están exagerando cuando dicen que esta decisión “perjudica la integridad de la competición”. Porque no solo la perjudica: la arrastra por el barro.

Desde mi punto de vista, la ACB debería estar avergonzada. Pero, por lo visto, la vergüenza no tiene cabida cuando se trata de proteger a unos tramposos de marca blanca a costa del respeto por el baloncesto. Es hora de que alguien diga basta.

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