«Ver arbitrar a Pedro Hernández Cabrera siempre era un inmenso placer»

Jaime Andreu, ex colegiado y periodista, ha dedicado un artículo en memoria de PEDRO HERNÁNDEZ CABRERA, quien hace apenas unas semanas que nos dejó.

JAIME ANDREU

«Diez días después, sigo sin asimilar la noticia del fallecimiento de Pedro Hernández Cabrera.
Las palabras se resistían a surgir para expresar lo mucho que representó para mí como amigo y como árbitro.
Su muerte nos ha dejado un enorme vacío, pero su legado arbitral será eterno.
Quisiera evocar ciertos pasajes de nuestras vivencias. Lo haré en dos etapas.
Primero hablaré de Pedro como amigo, para explicar en una segunda, la importancia de su legado en el arbitraje español y FIBA.
Pedro llegó a la entonces Primera División con solo 19 años; yo tenía 17. José Vallejo fue su colega en aquella temporada iniciática y enseguida detectó el enorme potencial del palmero.
Vallejo fue, además, nuestro mentor, lo que nos facilitó una entente arbitral perfecta desde el primer momento.
Fue Don José quien me telefoneó y me pidió que cada semana que Pedro viniera a Barcelona me lo llevara a ver partidos de baloncesto, todos los que pueda.
Fue así como iniciamos nuestra amistad, empachándonos de baloncesto y arbitraje. Llegó luego su internacionalidad y el problema de su primer partido en Antibes.
Huelga de celo de los controladores y Pedro bloqueado en BCN. No había medios de comunicación como los actuales y fue difícil contactar telefónicamente con el club para prevenirles del problema. Pedro llegó justo, pero hizo un buen partido.
Llegamos a 1978, Pedro tiene 25, yo 23, y me toca el ascenso a Primera División con la fortuna de tener a Pedro como árbitro principal toda la temporada.
Está mal decirlo, a Pedro no le gustaría que lo dijera, pero nos salimos. Vernos arbitrar era un verdadero espectáculo y cada partido que pitamos fue un verdadero momento de placer.
Cuántos recuerdos de aquellos viajes, las largas conversaciones – baloncesto y familia – en la habitación del Hotel Victoria en Madrid; las cenas en BCN; el viaje en taxi de Madrid a San Sebastián con un Pedro embobado al ver nevar a nuestra llegada a Burgos: la primera vez, me dijo, que veía nevar de aquella manera.
Pero el momento más inolvidable fue el día de su retirada. Play-off Real Madrid- Joventut.
Ya en el primer partido, su arbitraje con Chuchi Arencibia nos hizo saltar las lágrimas a Ángel Sancha, Juanito López y a mí por aquella calidad, fuerza e inteligencia: los cinco terminamos llorando y abrazados en el vestuario.
Partido final en Badalona con Miguelo. Otro partidazo. A la salida, Pedro se me acerca y, en voz baja, llevándome a un aparte, me dice: “Jaime, condúceme a una iglesia —era tremendamente devoto—, quiero dar gracias a Dios por haberme ayudado en estos años, este ha sido mi último partido”. Cuarenta años después, los ojos se me humedecen al recordar la escena.
Luego, en mi época de responsable técnico del Comité de Árbitros, Pedro fue un consejero fuera de serie, siempre discreto, pero sabiendo ayudar en los momentos difíciles y dándose siempre a fondo como en aquel campeonato de España en Badajoz en 1986, preparando a la gloriosa generación de Atenas.
No quisiera terminar sin expresar un agradecimiento especial a Maruchi y a Arancha por habernos dejado compartir tantas horas con Pedro – horas que se las quitamos al esposo y al padre. 
Compartir todo ese tiempo, fue uno de esos raros privilegios que te da la vida.
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